Miramos el móvil y vemos que hay 20 mensajes de un grupo de WhatsApp. En dicho grupo tenemos amigos con los que tratamos casi a diario y gente con la que no tenemos tanta confianza pero que hay buen rollo. Están haciendo broma sobre un tema y las interacciones son constantes. De repente, tú, te llenas de inspiración y decides aportar algo a la conversación, con una frase ingeniosa que crees que va a desatar las risas en el grupo.
Y a partir de ahí… Nada. Silencio. Primero compruebas la cobertura, ves que no hay ningún problema. Luego empiezas a mirar compulsivamente quien del grupo ha leído el mensaje. Vaya, lo ha leído uno, mira 2, ostras 3… Eh, pero sí lo ha leído este que hace unos minutos no se callaba. ¿Te es familiar esta situación? Tranquil@, no estás sol@.
¿Por qué os calláis? Si lo que digo es gracioso
A ver lo primero que debo decirte es que no estás como una cabra. La comunicación 2.0 tiene muchas ventajas pero también muchos inconvenientes. Cuando hablamos con alguien cara a cara, intervienen muchos otros factores a parte del lenguaje verbal (escrito en el caso del WhatsApp). Me refiero a miradas, sonrisas, gestos… Todo esto no es perceptible en la comunicación escrita.
Entonces, primero de todo, que no te contesten en un grupo de WhatsApp no es sinónimo de que pasen de ti o que crean que eres un pelmazo (aunque, ojo, también puede ser, no os conozco). A veces la gente simplemente lo lee, se ríe y cree que no puede aportar más a la conversación. O en ese momento no puede contestar y luego ya no lo hacen porque cuando vuelven a tener tiempo para trastear el móvil ya no se acuerdan.
A ver. Es innegable que tampoco les supondría un gran trabajo poner el típico emoticono de risas y todos quedaríamos tranquilos. Pero aunque no nos demos cuenta seguro que nosotros hacemos lo mismo en más de una ocasión sin importarnos dejar “tirado” a alguien.
¿Nos estamos volviendo un poco locos todos con tanto WhatsApp?
La respuesta es, indudablemente, sí. Hay muy pocas personas que tengan un uso saludable del WhatsApp. La llegada de la mensajería instantánea gratuita nos ha hecho perder toda capacidad de síntesis. Y ojo porque gracias a los SMS éramos capaces de meter instrucciones para montar un misil nuclear en 160 caracteres. Ahora para organizar una cena de 10 personas hace falta crear un grupo y 450 mensajes, de los cuales menos de la mitad hablan de la organización de dicha cena.
Seguro que en los comentarios de este post habrá quien me acuse de paranoico, y la verdad es que seguramente quien lo haga tendrá razón. Pero no os quedéis ahí, también me podéis acusar de hipócrita, ya que, como todo el mundo, un servidor está totalmente enganchado a WhatsApp y a sus malditos grupos. Pero bueno sí este post os puede ayudar a pasar un poco el cabreo ante la indiferencia 2.0 ya habrá servido para algo.